Los textos


Yama y Niyama
Hace 2500 años, el sabio Patañjali dejó al mundo los Yoga Sutras, una obra que aún hoy constituye la principal guía existente del camino que realiza la Consciencia Humana para su evolución, a través de la práctica de Yoga. Los Yoga Sutras son una descripción ordenada y precisa de los pasos que hemos de seguir para aquietar nuestra ansiosa mente y acceder a niveles de consciencia superiores.
Es mi intención acercarles esta valiosa información para que, además de practicar, podamos profundizar, reflexionar y comprender qué estamos haciendo cuando nos iniciamos en la práctica de posturas.
Patañjali describe el camino del Yoga como un sendero de ocho pasos (astanga yoga) y los describe en detalle a lo largo del capítulo 2 de los Yoga Sutras, “Sadhana Pada” (capítulo sobre la práctica).
Los pasos son:
1.       Yama: preceptos morales (sociales)
2.       Niyama: observaciones invariables (individuales)
3.       Asana: posturas
4.       Pranayama: regulación de la respiración
5.       Pratyahara: interiorización de los sentidos hacia su origen
6.       Dharana: concentración
7.       Dyana: meditación
8.       Samadhi: absorción de la consciencia en el sí-mismo
YAMA (autorrestricción)
Son reglas y restricciones que fueron dictadas para que podamos vivir en sociedad siendo practicantes de Yoga. Yama tiene 5 componentes:
a.       Ahimsa: no violencia
“Cuando se establece la no violencia en la palabra, el pensamiento y las obras, uno renuncia a la propia naturaleza agresiva y los demás abandonan la hostilidad en su presencia”  Yoga Sutras, II 35
b.      Satya: veracidad
“Cuando el practicante está firmemente establecido en la práctica de la verdad, sus palabras se tornan tan potentes que todo lo que dice se realiza”  II 36
c.       Asteya: abstención de robar
“Al hombre que no toma lo que no le pertenece, acaban cediéndosele todas las riquezas” II 37
d.      Bramacharya: continencia o castidad
“El celibato transforma la energía de procreación en energía espiritual” II 38.
La energía sexual es la expresión más básica de la fuerza vital, por eso es esencial controlarla y canalizarla. No hay que desperdiciarla sino respetarla y valorarla. A su vez, intentar suprimirla es denigrar la propia naturaleza humana. Al contrario de muchas falsas interpretaciones de este principio, la continencia o el control no contradicen el disfrute de los placeres sino que los acentúan. Por ejemplo, si tomamos vino todos los días no lo gozaremos tanto como si lo hiciéramos una vez a la semana.  
El código de bramacharya se rompe solo cuando el placer sensorial es el único factor motivante de mover la energía sexual. La relación sexual ha de basarse en el intercambio y la cooperación, y en transformar las emociones humanas en calidez.
e.      Aparigrahah: ausencia de codicia por posesiones más allá de nuestras necesidades
“El conocimiento de las vidas pasadas y futuras se manifiesta cuando uno está libre de la codicia de posesiones” II 39.
Cuando uno se mantiene estable en vivir sin posesiones de más y sin codicia, comprende el verdadero significado de su vida. Aparigrahah también significa libertad con respecto a la rigidez de pensamiento. Aferrarse a los propios pensamientos también es una forma de posesividad. Por lo tanto aparigrahah siginifica tanto austeridad material como flexibilidad respecto a las propias creencias.
Los Yamas son “votos poderosos y universales”, que no están condicionados por variables de clase, lugar, tiempo o concepto del deber  y conforman el armazón de reglas en el que se sostiene la vida en sociedad, según Patañjali.
NIYAMA (observancia establecida)
Son prácticas individuales necesarias para afianzar el carácter del practicante. Sus componentes son:
a.      Sauca: limpieza o purificación
“Cuando el cuerpo está limpio, la mente purificada y los sentidos controlados, también se manifiesta la alegre percepción consciente, necesaria para realizar el sí-mismo interior” II 41
Sauca abarca limpieza tanto externa (baño) como interna (práctica de asanas y pranayama) para mantener el cuerpo sano, considerado el templo donde mora la esencia divina.
b.      Santosa: contento
“A partir del contento y la benevolencia de la consciencia surge la suprema felicidad” II 42
Estar bien predispuesto y valorar lo que uno es y tiene son generadores de santosa, contento, no a causa de objetos externos sino de predisposición interior a gozar de la vida. Esta predisposición, según Patañjali, es la puerta de la suprema felicidad.
c.       Tapah: fervor religioso, deseo ardiente
“La autodisciplina quema todas las impurezas y enciende la chispa de la felicidad” II 43 Tapah es un ardiente celo interno acompañado de austeridad, una especie de dureza infatigable hacia uno mismo, para mantener controlados los movimientos y los deseos a fin de elevar la energía en su aspecto más básico y encender la divinidad en nosotros. Sin esta fuerza interior basada en el deseo de evolucionar, se hace dificultosa la rectificación de los comportamientos automáticos aprendidos en la infancia y a través de la vida en sociedad.
d.      Svadhyaya: estudio del sí mismo
“El estudio del sí-mismo conduce hacia la realización de Dios o a la comunión con la divinidad deseada” II 44
La constante observancia y reflexión acerca de nuestros actos y pensamientos es considerada básica para la evolución de nuestra consciencia
e.       Isvara pranidhanani: entrega a Dios
“Entregarse a Dios reporta perfección en samadhi” II 45.
Entregarse a Dios libera al practicante de la esclavitud de los deseos mundanos.
Los principios de Niyama subrayan la importancia de la autodisciplina.
Yama y Niyama transforman nuestra mente desequilibrada o confundida, rectificando nuestro comportamiento tanto hacia nuestros actos sociales (Yama) como hacia nuestra relación interior con nosotros mismos (Niyama). El objetivo de estas observancias es limitar la confusión mental para elevar nuestra percepción consciente, de manera que podamos experimentar la visión del núcleo de nuestro ser.
Yama y Niyama son como un firme tutor colocado a una planta sinuosa a muy temprana edad, de manera que su tendencia natural a curvar el tronco, sea suprimida y pueda llegar a captar más luz a lo largo de su vida.
Podemos vivir toda la vida sin observar Yama y Niyama, y podemos incluso practicar asanas sin tener estos principios en cuenta. Sin duda, las posturas contribuirán a la salud del cuerpo y su limpieza (sauca), pero no podemos esperar comprender algo del sentido de nuestra vida, ni esperar vivir con cierta paz y conformidad si no llevamos a la práctica por lo menos algunos de estos preceptos.
Yama y Niyama nos ayudarán a mantener la conducta firme para no desviarnos y retrasar el camino de nuestra evolución.
Muchos de nosotros no deseamos ser yoguis, y es natural que así sea… somos occidentales, somos argentinos! Sin embargo, podemos reconocer la sabiduría presente en estos preceptos y también podemos tomarnos un tiempo para reflexionar cómo al acercarnos sólo un poquito a alguno de ellos, puede mejorar notoriamente nuestra calidad de vida. Y también puede ayudarnos, no a ser algo diferente de lo que somos, sino a mejorar la relación con los demás y con nosotros mismos.
La información está aquí, gracias al sabio Patañjali y a la traducción y comentario del maestro B.K.S. Iyengar en Luz sobre los Yoga Sutras de Patañjali.
Y gracias a ustedes! Por seguir practicando y leyendo, acompañando y aportando, siempre…
Con amor,
Leticia



El sentido espiritual de la práctica
Mover el cuerpo, incrementar su vitalidad, fortalecerlo y flexibilizarlo son beneficios conocidos que obtenemos con la práctica de Yoga. Pero en última instancia, el mayor beneficio que el Yoga nos brinda es la preciosa posibilidad de salir del encierro en nuestro pensar y sentir para acceder a la inmensidad del momento.
Mediante la práctica de asanas trabajamos nuestro plano físico expandiendo la Consciencia hacia zonas remotas de nuestro cuerpo. Lo vivenciamos sin la mediación del lenguaje. 
Para instalarse en el presente, lo primero siempre es aquietar el ruido. El constante vagar del pensamiento funciona como un impedimento para percibir el momento (si pasa un colectivo me será difícil escuchar el canto de un pájaro). Lo mismo ocurre dentro.
Logramos el aquietamiento de la actividad mental durante la clase básicamente con dos cosas:
1-      el constante seguimiento de la respiración
2-      la percepción atenta a cualquier experiencia que se presente en el plano físico (fuerza, extensión, tirón, laxitud, etc.)
El punto 1 es de desarrollo primordial. La capacidad respiratoria se entrena como un músculo y muy pronto descubrimos el arte de respirar adecuadamente. Se trata de poder aplicar la longitud respiratoria necesaria y la zona respiratoria que mejor se adecúe a la posición corporal en la que estamos. La herramienta para desarrollarla es Ujjayi pranayama o respiración con sonido.
El punto 2 nos va convirtiendo en exploradores del cuerpo, y nos brinda fortaleza interior y serenidad para asumir tanto el placer como el dolor que la experiencia corporal nos provee.
Al practicar de esta manera, la mente se pone al servicio de lo que estamos haciendo allí y nuestra Presencia brilla más que nunca. No “me voy” sino que “estoy” realmente. Estoy habitando mi cuerpo, estoy presente sin pensar. Entonces, ¿Quién soy yo en realidad?  ¿el que piensa o el que ve? ¿el que mueve las piernas o el que “mira” las piernas mover? Vamos saliendo de la identificación con lo que pensamos y sentimos hacia un despegue en el que nos transformamos en testigos de nuestra experiencia, ya sea mental, corporal, emocional o energética.
Estabilizando esta experiencia en el tiempo, nuestra Consciencia tiene acceso a planos más sutiles de los cuales en la vida diaria no tenemos percepción alguna, como lo es el plano energético.
Según una teoría muuuuy antigua del Yoga, tenemos siete cuerpos o mantos (koshas). Los cuerpos figuran como una sucesión de planos que nosotros experimentamos de manera caótica. Se manifiestan experiencias de todos los cuerpos juntos, pero la teoría brinda un ordenamiento a estas experiencias. Los siete cuerpos son: físico, energético o etérico, emocional o psicológico, mental, espiritual, cósmico y nirvánico. En los textos antiguos, como los Yoga Sutras de Patañjali, figuran como cuerpos cada vez más internos. Esto siempre me causó curiosidad. Me preguntaba… ¿Cómo puede ser que el cuerpo cósmico esté adentro de mi cuerpo físico? Cuando cierro los ojos y me siento, ¿voy hacia adentro o hacia afuera? Sin duda, me siento “adentro”, sin embargo, mediante la introspección me encuentro más conectada con la Tierra, con las personas en su sentido existencial, con la Naturaleza, percibo el lazo invisible del amor, me siento viajando por el Cosmos desde este pedacito que ocupo en la Tierra… me siento perteneciente a un Conjunto. Y esto sucede cada vez que voy experimentalmente “hacia adentro”.
Hace poco me hablaron de Rupert Sheldrake, un biólogo actual, perteneciente a una ola de nuevos científicos que surgieron a raíz de los descubrimientos de la física cuántica. Sheldrake habla de “campos mórficos” que serían cuerpos colectivos. Estos cuerpos contienen información que marca tanto la composición de nuestras manos y pies como las olas de pensamiento y emociones que determinan nuestra cultura y moldean nuestra percepción del mundo. Es decir, que hay cuerpos de información que son comunes a todos,  y que los cuerpos mentales de las personas están en permanente influencia unos con otros aunque sus cuerpos físicos no estén juntos.
En lo personal, realmente siento que cuanto más rica es mi experiencia individual,  más afuera voy también.  Y la conexión con el afuera es profunda, existencial y significativa. Evidentemente se trata de un doble movimiento. Individuación + integración ocurriendo al mismo tiempo.
Los chacras (ruedas) son estadíos en los que se presenta la energía o fuerza vital en nuestra existencia. Se encuentran ubicados en el cuerpo energético “prana maya kosha” (2do cuerpo). Los chacras regulan ciertas funciones corporales a través de las glándulas, pero también ciertas formas emocionales o psicológicas.
La energía de los chacras se activa básicamente de tres formas: 
1-      usando la mente: mediante la visualización, imaginación, o autosugestión (repetición de un pensamiento)
2-      usando el sonido: mediante la mantralización
3-      usando la respiración y los bandhas: practicando pranayama (ciencia del control de la energía vital)
Los yoguis desarrollaron profundamente los puntos 2 y 3. La técnica de Isha, por ejemplo, trabaja el punto 1.
Es interesante practicar usando las herramientas 1 y 2 a la vez: mantralizar y visualizar al mismo tiempo.
Creamos una imagen en nuestra mente y la conducimos. Por ejemplo, la clásica imagen de una bola de luz y calor en el sitio del chacra correspondiente. Imaginar o mantralizar es como echar leña al fuego. Pero el acto de estimular el fuego es diferente del crecimiento del fuego en sí. Una cosa es lo que imagino, otra cosa es lo que vivencio. Si bien hay una relación directa entre ambos es fundamental diferenciar  esto a la hora de experimentar con la energía. Hemos de impartir un diálogo interior en el que emitimos sonido o imagen (yang), pero luego observamos (yin) si la energía se activó o no. Para esto necesitamos de claridad y atención mentales, transparencia y escucha.
Los biya mantras (mantras semilla) que estamos practicando son sonidos primordiales que estimulan la apertura de los chacras. Estos son:
Muladhara chakra (perineo)       LAM
Svadhistana chakra (pelvis)       VAM
Manipura chakra (ombligo)        RAM
Anahata chakra (corazón)          YAM
Vishuddha chakra (garganta)    HAM
Ajna chakra (entrecejo)              OM
Sahasrara chakra (coronilla)     AUM
Cuando mantralizamos es importante :
1-      No apurarse a pronunciarlo.
2-      Respirar lentamente y hacer una prolongada pausa después de inhalar
3-      relajar la garganta (bajarla), abrirla y levantar el paladar superior
4-      abrir la boca durante la emisión del sonido
5-      empezar con una intensidad de sonido suave
6-      incrementar la intensidad con la sucesiva repetición de los mantras
7-      luego bajar la intensidad progresivamente
8-      repetir el mantra mentalmente
Puede que al comienzo no se perciba mucho, pero mediante la práctica continua llegamos a estimular la zona y sentir la característica específica de la energía al nivel de cada chacra. Suele suceder también que encontremos que para mantralizar sobre algún chacra en particular nos quedamos sin aire y que otros los podemos pronunciar prolongadamente. O que no percibimos nada en cierto centro y otro se nos llena de calor. Estas cuestiones nos hablan del estado de nuestra energía en ese nivel.
La riqueza del trabajo sobre los chacras es inmensa.  Vamos a seguir profundizando en la mantralización y en los aspectos emocionales y físicos de cada chacra. No tardaremos en comprobar que aquéllas características emocionales personales y zonas corporales en las que se manifiestan nuestras enfermedades, ya se expresan a nivel de nuestra energía. De esta manera cada uno podrá conectarse con sus dolencias y encontrar una herramienta para avanzar hacia la maduración y la consciencia sobre sus dificultades.
Otra vez, gracias por leer, por participar, por conformar este valioso grupo de personas buscando conocerse, aquietarse y disfrutar de la preciosa vida que hemos venido a vivir.
Nos vemos en clase!
Leticia




El rezo

El trabajo sobre el chacra del entrecejo implica el arribo a una puerta en nuestra mente. Es el pasaje desde la esfera individual de la persona (campo de intención del ego) a la Consciencia de pertenecer a una realidad más compleja y abarcativa, que está fuera del alcance del control de la mente individual.

La capacidad de observación nos conduce directamente a esta puerta. Podemos percibir nuestro contexto, podemos ver cómo la vida se desarrolla momento a momento sin consultarnos nada y cómo vamos haciéndonos mayores sin necesidad de haber evolucionado interiormente. Vemos con claridad la dimensión temporal de la vida (plano horizontal).

Llegamos a una puerta. Desde este umbral tenemos un atisbo del “tiempo detenido”, la vivencia de estar presentes habiendo soltado por un momento nuestro condicionamiento (pasado). Este no es un estado permanente, pero si lo hemos experimentado alguna vez, sabemos que es posible entrar en esa experiencia y desarrollarla en nuestra vida.

Esa vivencia es la apertura de la nueva dimensión (vertical) en donde nos expandimos mentalmente en el aquí y ahora, sin la mochila (memoria), absorviendo lo que está ocurriendo  en este momento, de forma más detallada y completa. Sacamos el eje de la experiencia de nuestro ser individual y permitimos la expansión de la mente.

La verticalidad es fácil de experimentar en la naturaleza. Los paisajes, la visión del horizonte o el mar ayudan enormemente a la mente a lograr la expansión y salir del encierro en el palabrerío interno.  De pronto, nos sentimos “parte” de algo, algo inexplicable, pero sí vivenciado. Pasar del plano horizontal al plano vertical implica soltar nuestra capacidad de entender lógicamente para entrar en el uso de nuestra percepción y quedarnos allí, en la vivencia, y conducirnos por medio de la confianza y la intuición.

Es cierto que en el contexto de la ciudad y el estruendo es difícil lograr acceder al plano vertical. Se necesita de una práctica que nos alínee, como yoga, artes marciales, meditación, oración, tocar música o cualquier actividad que requiera silenciar los mecanismos mentales para dar lugar a la expansión de nuestra mente sutil.     

Personalmente, creo que una de las prácticas que más nos ayudan a verticalizarnos es la práctica del rezo. Lamentablemente, para la mayoría de nosotros el rezo está ligado a una religión o doctrina. Y muchos de nosotros no hemos podido sacar esta práctica valiosísima del contexto de cierto pensamiento religioso anticuado y poco ligado a nosotros.

El rezo no es propiedad de ninguna religión y va más allá de cualquier organización humana. El rezo es detenerse y conectarse con el contexto inmenso e incomprensible del que formamos parte. Y al hacerlo, hemos de hacerlo de manera totalmente personal.

El rezo funciona como un esclarecimiento interior acerca de las cosas que realmente nos importan en la vida, es una reflexión personal acerca de nuestro comportamiento y nos brinda ubicación, claridad y humildad sobre cualquier cosa que salga de nuestra mente, sea agradecimiento, arrepentimiento o petición.

¿A quién le hablamos cuando rezamos? A nosotros mismos y a ese misterioso conjunto de fenómenos que posibilitaron nuestra existencia y de los cuales conocemos poco y nada. Ese Conjunto, es nuestro contexto y además nuestra esencia. Y aprendemos que todo lo que nosotros deseemos obtener (que somos solo una parte de éste), está supeditado a la voluntad de Todo el Conjunto.

Por eso, el rezo es ubicación. Salimos del capricho de querer obtener nuestros deseos como se compran las mercancías y nos hacemos pacientes y humildes, ya que lo que pedimos puede darse o no, y en el tiempo que el Conjunto lo considere.

El rezo es una práctica sencilla, que requiere poco tiempo y si está bien hecho, nos conduce automáticamente a la experiencia del plano vertical. Pero el requisito fundamental es hacerlo todos los días. Como toda práctica ha de repetirse para que el lazo con el Conjunto se asiente y penetre.

El rezo ha de ser: una decisión personal, una oración de elaboración propia, una práctica repetitiva.

Es realmente inmensa la dicha que logramos cuando hacemos un tiempo en nuestra vida para reflexionar acerca de las cosas que nos son significativas. Al rezar, recordamos las prioridades de nuestra vida todos los días y podemos abandonar  fácilmente los mecanismos de preocupación por las tonterías. Vamos transformándonos en seres más ubicados y agradecidos, reconociendo lo valiosa que es esta vida y la oportunidad de crecimiento que nos brinda.

Es por eso que esta semana vamos a construir nuestro propio rezo. Sobre el final de la clase, anotador en mano, vamos a reflexionar acerca de las cosas que valoramos en nuestra vida, vamos a revisar nuestros comportamientos y vamos a proyectarnos hacia adelante. Con estos ingredientes construiremos un rezo personal que iremos puliendo a medida que lo practicamos, hasta llegar a una oración que nos conecte y nos resulte efectiva.

¿Cómo sabemos si nuestro rezo está siendo efectivo? Si nos sentimos más humildes, si nos sentimos agradecidos, si lo que deseamos se empieza a dar, si podemos ver el lado positivo de las cosas, si sentimos la igualdad entre todos, si podemos perdonar.

Amen!
Y hasta mañana

Leticia




 Incrementando el deseo
Quizás uno de los aspectos más importantes a desarrollar para salir del sacrificio y de la lucha y despertar svadhisthana chacra sea el atreverse a soñar cómo quisiéramos que fuera nuestra vida.
Recuerdo que en mi adolescencia solía hacerlo con frecuencia. Me juntaba una amiga y nos contábamos cómo íbamos a vivir, con quién, qué estudiaríamos, cómo sería nuestro novio y cosas así. Muchas veces, con los años ese momento de proyección es fagocitado, tal vez por la escasez de tiempo, o porque al hacerse cargo del propio sostén e incluso desarrollar una familia, nuestro espacio individual es muy poco sino nulo, y solemos llenarlo con actividades más “útiles” o “efectivas” como hacer actividad física, ir al psicólogo, reunirnos con amigos, salir a pasear, ir al cine, etc.
La vida cambia con los años, y es natural. Sólo reflexiono aquí que la proyección es un aspecto muchas veces dejado de lado por “iluso” pero que es en realidad fundamental para la creación de bienestar y felicidad en nuestra vida.
A falta de conocer nuestro propio deseo, consumimos las “satisfacciones garantizadas” que nos venden y que están buscando llamar nuestra atención desesperadamente. Salimos a mirar vidrieras para despertar nuestra rueda de deseo. Allí seguramente encontraremos muchas cosas, pero nunca hallaremos la satisfacción buscada si no hubo antes una introspección, una búsqueda interna de conocer qué nos haría sentir bien. Encontraremos que lo que nos da felicidad rara vez está en un producto (aunque puede ser ocasionalmente), sino en una forma de sentirse interiormente o en una situación humana (una compañía, una conexión, el compartir).En lo personal, después de mucho trabajar con el deseo, me di cuenta de que la felicidad para mí es estar tranquila. Este estado, por supuesto, trae algunas precisiones en el plano material, como holgadez económica, comodidad y disfrute en lo laboral, armonía entre los que vivimos en mi casa, etc.
 Ya que estaremos por segunda semana trabajando sobre este chacra en clase, les propongo potenciar su influencia haciéndonos un espacio en casa para cerrar los ojos e imaginarnos viviendo la vida como la quisiéramos vivir, sin restricciones para crear.  Ese proceso nos ayudará a darnos cuenta de cuáles son las cosas que realmente queremos, y cuáles son en realidad secundarias o ni siquiera forman parte de nuestro real deseo (tal vez sean deseos prestados, estamos llenos de eso…) Imaginemos una situación de bienestar. Donde estamos, que estamos haciendo, con quien, que objetos aparecen…
Aunque pueda parecernos infantil, proyectar es el primer paso para cambiar nuestra realidad. Los mártires se sienten desamparados para hacer algo que realmente cambie su situación. La manera de salir es creando en nuestra mente nuestro deseo. Vivenciándolo unos minutos por día. Al día siguiente, volvamos a la imagen anterior y procuremos pulirla. Añadir detalles, sacar lo que no es necesario… como si estuviéramos pintando un cuadro. Y permanezcamos con la sensación de felicidad en nuestro corazón que la vivencia de ese deseo nos da. No importa que sea racionalmente “un imposible” para nuestra situación actual. Sólo estamos deseando con libertad.
Y este es EL paso. Porque como humanos, no sabemos  cómo se van a dar las cosas. Sólo podemos vivir nuestro día procurándonos pequeñas situaciones de satisfacción, y también podemos gozar deseando.
Un deseo, o pensamiento, manifestado continuamente, persistentemente, es una energía recursiva. Una energía recursivamente transitando el mismo circuito, forma un hábito energético. Un hábito energético en el tiempo modifica la materia. Ejemplo: la ansiedad (hábito energético) repetida en el tiempo, genera stress, entumecimiento muscular, problemas orgánicos concretos de diferente índole, falta de conexión con los demás. De la misma forma, un deseo de bienestar, adecuadamente proyectado, creará una realidad diferente en nuestra vida. Tal vez no exactamente como la proyectamos ni en el tiempo pretendido, pero la esencia estará y la modificación, es claro, está en nuestra propia mente y no en las condiciones externas (situación económica, personas influyentes en mi vida, etc.)
Por supuesto, el camino no termina aquí. Todos los maestros, especialmente Buda, han hablado de que el deseo es la causa del sufrimiento. Estamos trabajando el segundo peldaño de la escalera. El primero (muladhara) es el mantenimiento de la propia vida, la seguridad, preservación de la especie. El segundo es el deseo. Sin conocer cómo funciona el deseo, y cómo podemos crear y destruir realidad en nuestra vida, no vamos a poder acceder sanamente a niveles mayores de poder. Muchas personas que han leído a los maestros los han malinterpretado. Han hecho de sus vidas un calvario anulando el deseo, reprimiéndolo y generando así deseos inconscientes mucho más potentes que los de cualquier persona. El deseo existe en la condición humana, y es fundamental en la elaboración del “yo”, ese yo es el mismo que en peldaños más avanzados ha de diluirse en el Todo. Pero sin un ego fuerte, el camino espiritual no puede ser realizado. Hemos de fortalecer nuestro sentido del yo, nuestro deseo, el conocimiento de nosotros mismos, nuestros gustos y disgustos, elaborar cuidadosamente nuestro sentido de “lo suficiente”. Ser personales, ser únicos, y atrevernos a expresarlo.
Por eso, esta semana, procuremos seleccionar hacer las cosas que realmente disfrutamos. Por supuesto, sin molestar a nadie. Teniendo en cuenta a los demás que viven con nosotros, pero arrimando un lugar personal. Puede ser algo muy sencillo, como poner música y bailar, o arreglar las plantas, o visitar a un amigo. La premisa es dejar de poner la mirada en el pasado, y ponerla en el día de hoy. Y, además, tomarse diez minutos diarios para proyectar e imaginar cómo nos gustaría vivir los años que se vienen.
No es que tengamos ahora que trazarnos un plan de vida para “llegar al objetivo”, como si fuésemos una empresa. Por ahora sólo se trata de desear conscientemente y con claridad. Si persistimos en ello, nuestro sentido del yo se fortalecerá y pasaremos a elevar la energía al tercer chacra (el poder). Y puede ser que una situación externa nos invite a tomar una decisión en nuestra vida que, sorpresivamente, podría acercarnos a nuestro deseo. Se trata de desear, vivir la vida de uno, y estar despierto a actuar cuando sea necesario. No sabemos cuándo, ni sabemos cómo. Sólo sabemos que, por ahora, tenemos una misión: estar abiertos de mente para imaginarnos sanos y felices.



Canalización Conjunta

Y se dio vuelta el año y ya estamos en septiembre. El salón de yoga nuevo es cada día más familiar y nosotros, como grupo, ya llevamos seis meses de práctica.

El motivo que nos juntó fue el yoga, pero ahora también hay un valor agregado: el hecho de conformar un hermoso grupo humano. Un grupo donde cada uno, con su especial forma de ser, con su cuerpo singular, con su experiencia de vida, aporta al conjunto y lo enriquece.

Después de todo, además de un buen ejercicio físico, el yoga es unión. Y si hay una confirmación positiva sobre la senda que voy marcando, es la existencia de nosotros como grupo. Porque más allá del avance individual de cada uno con la disciplina, hay también un crecimiento conjunto.

En las clases los observo practicar, y veo esa conexión con el presente, con su cuerpo, con su respiración. En cada uno, y en todos a la vez. Cuando esto se da, la motivación y el entusiasmo toman las riendas de la clase, y la secuencia de asanas me llega sin esfuerzo.

Considero las clases como una canalización conjunta, en la que mi tarea es llevarlos hacia la conexión con ustedes mismos, y desde allí, como un traductor, pasar las necesidades del conjunto al lenguaje de las posturas. Este proceso es enriquecedor y espontáneo, y luego, sin saber si fue el yoga, la relajación o qué, todos salimos de allí con nuestras capacidades optimizadas.

Las clases dependen absolutamente de la presencia de cada uno. No serían como son si no fuéramos nosotros los que conformamos el grupo. Quienes hace más tiempo que practican conmigo lo saben, puesto que al cambiar los grupos, cambia la práctica. La clase funciona como un organismo vivo, que crece y se transforma.

Es bueno que lo sepamos, ya que nuestra presencia en las clases nos beneficia individual y grupalmente. Es interesante tener una visión de la realidad donde uno es parte, y no centro. Somos individuos, sí, pero también hay una dimensión compartida, en diferentes ámbitos de la vida: familiar, amistoso, laboral, humanitario, cosmogónico...

La lucha por los objetivos personales puede llevarnos toda la vida, todo nuestro preciado tiempo. Hemos de dimensionar correctamente esos objetivos ubicándonos también en el tiempo y en el espacio, en la esfera individual pero también en los aspectos conjuntos de la experiencia.

El Yoga propone: conectemos hacia adentro, con gran detalle, conozcámonos: esto es individuación. Y luego, conectaremos asertivamente con el afuera.

En la danza de la energía que es la vida, no controlamos ni somos amos de nada individualmente. Ni siquiera de la propia salud del cuerpo, puesto que ésta depende, además del cuidado personal, de la calidad del aire que respiramos, de la velocidad en la que vibra nuestro entorno, de la calidad de los alimentos que llegan a nosotros, de la genética que hemos heredado...

Si nos vivenciamos solamente en el aspecto individual, vivimos en la ilusión que la cultura nos vende. Despertemos. Estamos donde estamos por una red inabarcable de interacciones... sincronías misteriosas. Nada ocurre por casualidad. Todo acarrea causas y efectos, visibles o no, todo está ligado en realidad. Esto lo han obsrevado los karma yoguis en gran detalle.

Por lo tanto, cada acción que realizamos importa. Aporta. A nosotros y a todos. Si desperdiciamos nuestra sagrada energía y la agotamos, generamos discordia interna que se traduce en choques con los demás e intolerancia.

Vivir bien no es una cosa menor, ni pendiente para el futuro. Es prioritario. Hemos de integrarnos ahora. Hemos de modificarnos siempre en el presente, con pequeñas acciones que mejoren la calidad de vida de este momento. Preguntémonos: ¿cómo podría mejorar mi día hoy? Así llevaremos felicidad a nuestro día en las pequeñas cosas, donde existimos.

Tomar conciencia, ubicarnos con el entorno, ordenar nuestras prioridades de vida y tenerlas claras para luego actuar. Tener en cuenta muestra disponibilidad energética y organizar nuestras actividades para no quedar maltrechos al final del día. Esto es lo importante. Lo demás es pura cháchara: proyectos que vendrán, ideas que no existen, sentimientos que se fueron. Trabajemos por mejorar concretamente nuestra forma de movernos en el día.

Nuestra gran asana es nuestra propia vida. Busquemos una buena alineación, una correcta ubicación en ella para que la energía circule y no se agote. Y sostengamos el tiempo adecuado.

Concientizar implica hacerse cargo de producir la alegría en nuestra vida y dejar de culpar al entorno por la falta de ella. Madurar. Si no la encontramos adentro, no vamos a encontrarla afuera. Y, como estamos íntimamente implicados con el contexto, atraeremos a nuestra vida relaciones igualmente alegres, igualmente sinceras, igualmente conscientes.

Gracias por estar aquí y por ser mutuos espejos.

Leticia